Vista: sábado 6 de
Abril de 2019.
Función estreno de
“Amigas”.
Sala Marechal.
Volvamos. Como si las despedidas fueran un abismo imaginario
que podemos saltar una y otra vez. ¿Habrás de esperar allí, al final de todo,
como un rosario de manos cómplices que entre miradas, ruegos y silencios me
darán la bienvenida? Me verás llegar, como una silueta desdibujada entre
coloridas novedades de un mundo en el que he preferido vivir pero del que he
huido, como en estampida, siempre en dirección hacia ti; pero aun así seré yo.
Por mi parte, solo espero verte. Ahí, en la flor amalgamada de un tiempo que
sea capaz de contenernos antes que expulsarnos con su tremenda fuerza centrípeta.
La poética del ansia y la espera tienen cita en este espacio,
donde dos amigas pretenden volver a encontrarse, a verse; la verdadera pregunta
es si lo lograrán. “Amigas” con las actuaciones de Susana Schvartz y Marcela
Cataldo, con dirección de Omar Jacquier y asistencia de dirección de Mariana
Mathier, explora los obstáculos, las resistencias y resignaciones de un vínculo
íntimo entre dos mujeres con una historia en común.
El espacio escénico, en toda su amplitud, alberga no solo la
florida mesa con sus respectivas dos sillas, en anticipación a la llegada de
las amigas, sino que también hace presente las ausencias que son tan densas
como cualquier otro objeto material que pueda aparecer; las actrices, entonces, son quienes
construyen, a través de sus desplazamientos y juegos actorales el posible lugar
donde se dieron cita. En lo que a la mirada del espectador puede aparecer como
un café de la “city santafesina” en la actualidad, situando un “aquí y ahora”
concretos aunque no tan específicos: podría suceder en cualquier café/bar de la
ciudad, cualquier día de la semana, a cualquier hora.
A través del humor físico, la mímica y la introspección como
algunas de las herramientas actorales que usan a lo largo de la obra, las
actrices (re) construyen momentos fundamentales de la relación entre estas
mujeres, invitando al público a sentarse con ellas, para luego alejarlo y llevarlos
a su mesa nuevamente, tal como ellas mismas se encuentran y desencuentran.
La concepción del espacio y lo actoral connotan los aspectos
más importantes de lo dramatúrgico, ampliándolo del texto a lo escénico,
generando un efecto de mamushkas en el relato: lo superficial (“a primera
vista”) va abriendo paso a lo concreto, exponiendo con enorme fuerza lo
esencial una vez que todas las demás capas fueron removidas. Aparece una
búsqueda teatral donde se expone lo genuino de los sentimientos individuales recubiertos
por la construcción social de los vínculos interpersonales; esto se puede ver
claramente en la ritualidad del encuentro que demuestra rasgos comunes a
cualquier otra situación similar, de otras personas, en otro lugar, aunque
aparezcan particularidades de estas dos amigas. Al quebrarse esa máscara social
es donde inicia el descenso hacia las profundidades de esta relación, así como
también de cada una.
La romantización de la amistad, que todo lo puede y todo lo
perdona, como temática y uno de los principales conflictos dramáticos encuentra
su resolución en los momentos de saturación escénica y actoral donde estas dos
mujeres hablan al mismo tiempo, se imitan o se mueven en espejo (recurso
presente también en la constitución del vestuario y elementos escenográficos,
como ser repetición de colores y patrones) mientras el público debe decir que y a quién
mirar o donde alguno de los lenguajes escénicos (música-iluminación) interviene
para darle impronta a alguna de ellas, expandiendo sensorialmente el universo
donde habitan aquellos anhelos, deseos, recuerdos y plegarias que se deprenden
de cada una. Ese es el principal problema: no hablan el mismo idioma, aunque si
intentan decir lo mismo. Esta reflexión sobre el lenguaje y sus limitaciones
propone una estética que ronda el absurdo pero también el grotesco, denotando
también las limitaciones que existen a la hora de contarle a otro lo que
realmente se quiere, siente y/o necesita. Hay una pequeña porción del mundo que
es indecible, que no se puede nombrar y allí se instala la experiencia
personal. Se pueden usar “palos y señas” pero no hay garantía de que alguien
más entienda.
Un ejercicio actoral-escénico excelente, que invita a
reflexionar sobre los vínculos afectivos pero también sobre el arte mismo:
¿cómo contar a través del teatro y de otra forma algo tan cotidiano? ¿Cuánto
puede recrear el teatro y sus signos de la experiencia humana? ¿Cuál es su
verdadero alcance? Hay en esto una visión sobre un espectador presente, incómodo
en tanto que activo, reaccionando a lo que sucede en la escena.
Leer el mundo es complejo. Interpretar lo que dice lo es aún
más. Es un rastro de migas que lleva a algún lado y lo mismo pasa con las
personas. Estas dos amigas en particular intentan por todos los medios que la
otra sea capaz de “leerla” en todo su esplendor, porque no pueden hablar un
idioma común. Tal vez por el miedo a que lo irrevocable de las palabras desintegre
el vínculo, tal vez para evitar malos entendidos, pero de todos modos terminan
por distanciarse. Decir “te amo” o “te desprecio” tiene la misma fuerza, puede
ser igual de aplastantes o carentes de sentido y una vez arrojadas al mundo, ya no se pueden
recuperar, invaden al otro y lo obligan a decidir, a responder, convirtiendo
cada acción en una reacción, en sosiego o provocación, en espera, huida o rendición. ¿Cuál de estos caminos tomarán?