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lunes, 14 de mayo de 2018

-Crítica Teatral "La Biunda"


Crítica Teatral: “La Biunda”.
Dirección: Marina Vázquez y María Flavia Del Rosso.
Sala:  La Treinta sesenta y ocho.
PAN DE CAMPO.

Blanco. Si se quiere, el color de la paz, la libertad. Blanco como el lienzo antes de los amarillentos años. Blanco, el color de los que levantan la bandera en señal de rendirse. Blanca la niebla, las heladas, la harina y el pan mientras se leuda, antes de cocinarse en el horno de barro. Blanca la cebolla que al quedarse sin piel expone su ácido aroma, obligando a llorar al hombre más duro. Blanco que se tiñe de color tierra; blanco que se mezcla y no vuelve a ser el mismo, blanco como sinónimo de claridad…blanca la inocencia de los inocentes pero, más aún, blanca la conciencia de quienes no necesitan esconderse detrás de velos para asumir su propia vida.
“La Biunda”, con puesta en escena de Marina Vázquez, quien comparte dirección con María Flavia Del Rosso, sobre el texto de Carlos Carlino, explora toda la gama de “blancos” de la vida en la pampa gringa en la Argentina del 1900, cuando las primeras oleadas inmigratorias comenzaron a dar sus frutos y los naturalizados vieron a sus hijos convertirse en adultos.
El añejo espacio equilibra la cálida luz del caluroso Abril (que bien puede ser santafesino) con la nostalgia del mínimo e indispensable mobiliario de la morada de inmigrantes italianos, abocados a sus tareas diarias en el campo, en el que discurrirán sus días, y con ellos, sus pesares. La vida en el campo es dura, más no tanto como tener que cumplir con lo que la tradición tiene signado para cada miembro de la familia, todo por el mero hecho de sostener un orden que les es ajeno, pero que sin embargo, da sentido a sus acciones, a su existencia individual.
Es este juego de roles el que los actores investigan en profundidad, siguiendo el norte marcado por el texto, el cuál habitan palabra a palabra, transitándolo placenteramente, haciéndolo “hablar” sin apurarlo, dándole y dándose espacio, permitiéndole crecer, construyendo sentidos desde las acciones y los contrastes, aprovechando muy bien cada clima que les permite generar, procurado desde la organicidad en lo actoral. Y es que, cual pan de campo, la dramaturgia, ya sea en la pluma del autor como en lo escénico, es el germen que necesita leudar para que al momento de entrar y salir del horno esté en su punto.
La vigencia del texto, aunada a la mirada de las directoras, logra darle diferentes planos y profundidades a la obra, conjugando texto y  puesta en escena como caminos que se encuentran en un principio y un final pero que en mitad del trayecto son paralelos, aunque al momento de mirar funcionen como un todo, permitiéndole al espectador ver, de todo aquello que se muestra, lo que su propio punto de vista le permita; la mirada es una elección/construcción del que mira.
Por ello, el espectador puede seguir la historia que se propone desde el texto, puede quedar cautivo de los personajes y su fuerza poética, también puede palpar las ideas y temáticas con las que el autor y las directoras juegan para sacar sus propias conclusiones. Sea cual sea la lectura que decida hacer, una cosa es clara, está incluido en la escena a través de la mirada de los propios actores y tiene una posición activa aunque no se mueva de su butaca: está invitado a la fiesta y como buen comensal, debe participar.
El recurso de música en vivo, en la voz y guitarra de los mismos actores, contribuye a sostener con mayor fuerza el espacio ficcional, aportando al espectador un elemento más para estimular su sensibilidad, guiándolo a través de los diferentes climas, aportándole elementos para que pueda situar el tiempo y el espacio de las acciones, siendo por momentos disruptivo e incluso para que se puedan conocer otras facetas de los personajes.
Los personajes atraviesan una de las peores tragedias que le puede pasar a una familia de bien de esa época, y durante el tiempo que dure la obra el espectador los acompañará a resolver ese conflicto. El disfrute comienza cuando se despliegan sobre el escenario todas aquellas imágenes, desde la palabra, las acciones, la música, contraponiéndose las solemnes y trágicas mujeres con los pintorescos y estertóreos hombres, para descubrir que no son más que los atributos que alguien más les signó, pero no se los pueden quitar. Las reglas se cumplirán a pesar de las voluntades individuales. Pero ¿Quién dijo que las reglas no pueden romperse?