- Algo así como una introducción al blog.-
Abrir un blog sobre teatro es, cuanto menos, una empresa compleja. Eso sumado a la ambición de querer hacerlo lo mejor posible, no solo como logro personal, sino, principalmente, por y para todos aquellos que tengan interés en hacer alguna recurrente lectura a críticas teatrales o bien informarse de los espectáculos en cartel de la ciudad de Santa Fe y zonas aledañas.
Adoptar una postura frente al fenómeno teatral es, en cierto modo, estructurante pero a la vez necesaria, puesto que ordenará la/s mirada/s y lectura/s que puedo hacer sobre él.
Pensar el teatro como efímero es una de esas posturas, tanto como decir “arte vivo” que se completa necesariamente con la mirada de otro, el público, sin el que el Teatro, en tanto acontecimiento o “convivio”, no es posible.
Desde ese punto es preciso preguntarse por la crítica teatral: ¿Qué es crítica teatral? ¿Quién es el crítico? ¿Cuáles son las funciones de ambos? ¿Cuáles son los medios de la crítica?
Estas son preguntas bastante amplias para intentar responderlas de una sola vez, por lo que, por ahora, me gustaría abrir el debate con algunos pensamientos y frases de algunos autores que se dedican a pensar sobre la actividad de la crítica teatral hoy, y que a su vez me ayudarán a comenzar a desarrollar mi práctica en este blog (solo el tiempo y la experiencia dirán si sigo coincidiendo o no con ellos más adelante).
-Respecto del teatro como efímero: se reconoce su cualidad de irrecuperable, irreproducible e incapturable por ningún otro medio que no sea el convivial. Se habilita así la idea que para la crítica “la obra es un punto de partida que permite la aparición de un nuevo texto que, por más que lo intente, jamás podrá recuperar al primero tal cual es”-Diego Braude.* (Ese nuevo texto del que habla es de la producción de un texto crítico que tiene valor por sí mismo pero que nace del diálogo con la obra).
“La obra, como siempre, seguirá sin dejarse aprehender exhaustivamente desde ningún punto de vista y nuestra escritura deberá ser consciente de su carácter parcial e incompleto, pero no puede transformarse en excusa de un decir a medias”- Araceli Mariel Arreche*.-
“Cada función es una muerte y la crítica, desde el lugar que elijo, no es la resurrección, sino, en el mejor de los casos, otra cosa”- Diego Braude*.
Podemos así calificar a este “texto nuevo” como “abierto” o “cerrado” en tanto:
-Texto abierto: producción ensayística donde pueden utilizarse herramientas más convencionales de análisis o no, teniendo como resultado una “devolución analítica, impresionismo o intervención poética” (Braude), relacionado con los medios de difusión virtuales, donde se deja abierto a los comentarios o aportes de los lectores, así como también “poder construir textos que tomen una posición frente a aquello que estuvo delante de ellos pero sin responder a la instancia valorativa” (Braude) es decir, generar textos que no pongan valor numérico o conceptual (bueno o malo) pero que tengan un valor narrativo, poético o de análisis per se (por sí mismo) pero nunca en detrimento de la obra (la crítica y el crítico no son más importantes que la obra).
-Texto cerrado: producción ensayística o académica, valorativa o no, que no admite comentarios o aportes de los lectores. Suele ser cerrado en sí mismo.
“La crítica es un diálogo, un encuentro entre dos voces, la del autor (creador/es) y la del crítico en el cual ninguno debería tener privilegio sobre la otra”- Araceli Mariel Arreche (retomando a Tzvetan Todorov)*
Será entonces la forma de “texto abierto” a la que aspire lo escrito en este blog, en tanto poder dialogar por medio de la crítica (y por fuera de ella) no solo con los lectores y posibles espectadores, sino también con los creadores.
“(…) quizás tengamos que operar con un lenguaje al interior de la disciplina y con otro al exterior de ella. Un lenguaje doble al igual que el fenómeno teatral”- Fernando de Toro*
La idea es comenzar a desandar un camino en el que los creadores, los espectadores y quien escribe tengan un espacio de interacción y al mismo tiempo proponer distintas lecturas o miradas sobre las obras a través de esos textos nuevos con forma de crítica teatral.
Bibliografía:
-Arreche, Araceli Mariel. “La crítica académica: una dramaturgia en el delgado equilibrio de someterse a otro y asumirse a sí misma”. Cuadernos de Picadero N°21. Instituto Nacional del Teatro. Diciembre de 2010. p. 30-32
-Braude, Diego “Crítica y medios electrónicos”. Cuadernos de Picadero N°21. Instituto Nacional del Teatro. Diciembre de 2010. p. 47-48
-De Toro, Fernando. “Objeto y práctica de la semiología teatral: el espectáculo”. Revista “Espacio de crítica e investigación teatral”. Año 2-N°4. p. 57-61
Crítica Teatral: "El Jardín de los cerezos*suit para cuatro personajes*"
Dirección: Edgardo Dib.-
(Santa Fe-La 3068- Vista: sábado 13-Abril-2013)
-En busca de un tiempo perdido.-
La denotación del artificio o construcción de esta “ficción dentro de otra ficción” hace aparecer la teatralidad como elemento fundante del trabajo actoral, así también como forma de potenciar las situaciones cuyo requerimiento sensible es mayor, y más aún, abriendo a la mirada del público los momentos de gran intimidad que los personajes comparten entre sí al rememorar todo aquello que en su vida supo darles júbilo.
Será esta la poética con la que Edgardo Dib juega respecto del texto original para llevar a la escena una nueva propuesta de este clásico chejoviano: “El jardín de los cerezos*suite para cuatro personajes*”.
La gran sensibilidad de estos personajes los lleva constantemente a buscar el abrigo en aquello que tenga la consistencia suficiente para sostenerlos, en un momento de tal incertidumbre en el que físicamente ya no hay nada a que aferrarse, a excepción de un banco de madera(único elemento escenográfico) que se mueve junto con ellos de un lado a otro de la escena, y por supuesto, los afectos que cada vez se desdibujan más en medio de esa casa que nunca estuvo tan despojada y sin embargo nunca fue más habitada.
Marcel Proust, en su obra “En busca del tiempo perdido” escribió: “Cuando un hombre está durmiendo tiene en torno, como un aro, el hilo de las horas, el orden de los años y de los mundos. Al despertarse, los consulta instintivamente, y, en un segundo, lee el lugar de la tierra en que se halla, el tiempo que ha transcurrido hasta su despertar; pero estas ordenaciones pueden confundirse y quebrarse”.
Todos están sumidos en una ensoñación. En las suyas propias como personajes. En la de los actores al componerlos. En la del director al dejar salir como un susurro la propia voz de sus recuerdos escondidos en ese espacio de claro-oscuros, de luces danzantes que remarcan la melodía de la clásica música de Tchaikovsky, concatenándose así la sensibilidad de la historia que se entrecruza con otras (intertextualidad) con la entrega y habilidad de los actores de hilar, tensar y contar los lazos visibles e invisibles que los unen.
Es la memoria el mundo que estos personajes habitan. La memoria es siempre excluyente. Solo son capaces de entrar en él quienes comparten recuerdos en común, quedando vedado para el resto. Y es tan frágil ese lugar del que entran y salen jugando constantemente Liubov, Leonid Konstantin que la amenaza de alguien ajeno a él, Lopajín, es motivo suficiente para que todo se ponga en crisis. Ellos no podrían tolerar perder ese lugar tan mágico como tampoco soportarían ser despojados de su preciado Jardín de los cerezos.
“Talar el viejo jardín de los cerezos”.-
La obra que Antón Chejov escribe a principios del siglo pasado en Rusia retrata una época anterior de aquel país signada por la convulsión social-histórica ante la caída del último zar, Nicolás II, debido al levantamiento de las masas que se propusieron alcanzar los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad. Es el propio Chejov quien propone leerla como una<<Comedia en cuatro actos>>a pesar del terrible sentimiento de pérdida que circunda a esta familia luego de su regreso obligado a Rusia por su situación económica que empeora cada vez más.
Dib interviene dramatúrgicamente sobre este texto, releyendo los conflictos interpersonales de los personajes con los de otras obras del mismo autor (“La Gaviota”, desde donde extrapola a Konstantin, que suplanta a Varia) así como de otros: Tennesse Williams (“El zoo de Cristal”) y Ernest Hoffmann (cuento de “El cascanueces”), manteniendo el núcleo dramático del original (pérdida del estatus quo de la familia terrateniente y remate de su propiedad), algunos diálogos y los nombres e historias de los personajes.
Propone, además, nuevos relatos que dialogan perfectamente con la historia general previa del original y que es desde donde, podríamos pensar, parte la reescritura que se traduce en esta puesta.
Desde lo espacio-temporal: la inter-contextualización de la Rusia de Chejov y la Argentina actual; la navidad como excusa que instala un tiempo interno o paralelo dentro de la obra. Recorte de “actos” haciendo las transiciones a partir de juegos corporales de los actores.
En lo escenográfico: espacio totalmente despojado, construido por la corporalidad y desplazamiento de los actores (por momentos, coreografiados) y lo lumínico, que determina los planos en el que los actores se mueven (interior o exterior de la casa, iluminado o en penumbra, dentro o fuera de la escena). El banco como “constructor” de miradas de los espectadores y los personajes.
Todos estos elementos combinados generan situaciones completamente hilarantes o profundamente sensibles, como en esos instantes cuando Konstantín, Liubov y Leonid, dueños de la estancia, contemplan, a través de las ventanas que ya no están, la belleza de su jardín de cerezos nevado y en flor, en los que el espectador será convidado con los deliciosos recuerdos que experimentan o como diría Proust “pedacitos de madalenas remojados en te de tilo” que estos personajes gozan con fruición pero que comparten generosamente. Y es mirando los actores directamente a los ojos al público que declaran, indudablemente, que ellos son “su” Jardín de los cerezos.
Estos cuatro personajes ciertamente van en busca de un tiempo perdido, un pasado que se les antoja perfecto ante un presente herido, como los cerezos cayendo, lacerados por el filo del hacha al ser talados. Ellos dejarán de existir físicamente pero solo para pasar a ese otro lugar donde nadie los puede tocar, donde serán tan inalcanzables como eternos.