-Crítica Teatral.-
"Ricardo, una farsa".-
Comedia Universitaria- Producción 2013
"Ricardo, una farsa".-
Comedia Universitaria- Producción 2013
Vista: Domingo 10 de Noviembre de 2013-
Sala Maggi Foro Cultural Universitario -Santa Fe.-
En el marco del 10° Argentino de teatro.-
El juego de las
(bajas) pasiones.
El tablero se despliega como un espacio oscuro, siendo
descubierto de apoco por una tenue luz. Al momento se escucha el avance
apretado de los jugadores que vienen a ocuparlo. En una pirámide escalonada se
ubican frontales, ofreciéndose como los oficiantes de este juego que está por
comenzar. Unas palabras dan la fanfarria de inicio, haciendo así presentes un
tiempo, un lugar, una situación. Disponen una torre, base táctica donde reside
el poder del triunfador. Una Reina, pieza necesaria y descartable de la que el
vencedor necesita asirse. Dos peones y un alfil, frentes de batalla que no
serán los primeros en morir pero si en sentir la desidia del que ostenta el
poder mediante la traición. Ya todo está dispuesto, no hay vuelta atrás. El
juego comienza cuando muera el rey.
“Ricardo, una farsa” se
construye como un gran juego de ajedrez guiado por las intrigas, las traiciones
y las manipulaciones de un hombre cuya sed de poder lo llevan a su propia
destrucción y locura, a la vez que los amos indiscutibles de su destino son los
actores, puesto que son ellos quienes al reproducir su vida en escena ejecutan los movimientos de los que dependen que sea coronado
triunfador o condenado a la derrota.
La reescritura sobre el original de William Shakespeare
define un nuevo texto que logra circunscribir los conflictos y personajes
principales así como también habilita intertextualidades actuales sin que por esto se pierda el tiempo
inmanente a la obra. Es decir, mantiene el contexto histórico propio del
personaje (Inglaterra, edad media) jugando en determinadas situaciones con un
avance temporal (Argentina, siglo XXI).
Estos momentos de ruptura son generados a partir de la implementación de la
farsa como uno de los códigos desde los que la obra es intervenida,
despojándola así del sentido de tragedia con el que fue concebido el original y
con esto, su “solemnidad” como drama
histórico.
Los actores trabajan desde un doble registro mediante el
cual caracterizan a los personajes a través del vestuario propio de la época a
la vez que desarrollan los conflictos y de esta forma la obra avanza de manera
lineal en lo textual. Por otro lado, se mantienen en un estado de
“permeabilidad” que les permite tomar posesión de múltiples personajes, a
excepción del protagonista que se mantiene siempre estable.
Este procedimiento del “teatro dentro del teatro” es un
“afuera y adentro” constante en el que los actores van definiendo el territorio
dramático de la obra, produciendo momentos donde aparecen como comentario (en
tono jocoso) sus opiniones en relación a lo que está sucediendo.
Escénicamente trabajan en un espacio en construcción
constante donde los pocos elementos escenográficos utilizados, además de ser
introducidos y retirados por los mismos actores al principio y al final de la
obra, sirven para hacer presentes desde un puente a un trono, dejando en
evidencia una vez más el tono farsesco de la obra: esto no es lo que parece,
esto es otra cosa.
“Mi reino por un caballo”
Obligado a moverse siempre en líneas curvas, como el caballo
del ajedrez que avanza o retrocede dos casilleros y uno a la derecha o
izquierda, muestra Ricardo su retorcida inteligencia, enalteciendo así su
ímpetu bélico. Pero es esa vorágine,
cada vez más rápida y sanguinaria, la que acaba con él.
Algo de ese espíritu voraz se trasmite a través de las
sobresalientes actuaciones que no solo se apropian de un texto complejo sino
que además logran precisión y efectividad corporal en una obra donde cada
jugada podría arrojar un resultado diferente.
¿Qué pasaría si el
plan de Ricardo de tomar la corona de Inglaterra fuera impedido por los actores
en lugar de ser sus ayudantes en esa empresa? ¿Qué pasaría si Lady Ana (la
reina necesaria y desechable de este juego)
hundiera el cuchillo en su pecho apenas tuviera la oportunidad? ¿Por qué
en lugar de maldecirlo escupiendo al suelo cada vez que escuchan su nombre
alguien no hace algo para detenerlo?
Los pecados no se perdonan, las traiciones tampoco, y como
todo buen personaje Shakesperiano será visitado por los fantasmas de sus
excesos. Sin arrepentimiento no hay absolución. Él tampoco la busca. La historia se ha
encargado de reivindicarlo de alguna forma pero con esto nada ha tenido que ver
el teatro: los actores lo ayudan a llegar al final porque saben que no será
exitoso aun cuando haya tomado posesión de la corona. He ahí la verdadera farsa.
Aunque la gloria llegue será un espejismo tras el que no es más que un hombre
desdichado.
Como metáfora de la actualidad esta obra viene a hablar de
las bajas pasiones y la violencia que estas generan en la sociedad. Muestra a
un hombre que es fagocitado por su codicia pero que a su vez él solo es un
síntoma de todo un sistema cuyas reglas parecieran haber evolucionado con el
tiempo pero su base sigue siendo la misma: la ley del más fuerte.
Ricardo el estratega. Ricardo el guerrero. Ricardo el
homicida. Ricardo el contrahecho. Ricardo el maldito. Ricardo, el último orejón
del tarro. Al que de todas las piezas del tablero le tocó ser el caballo porque
su linaje lo acerca a la nobleza y sin embargo su sangre hierve como el más
pobre plebeyo al notar que su vida está signada por la miseria de ser el
último, siempre el último.